4 de junio de 2008

Supervivencia suburbana

Metro de Madrid. Interior/Día.

Una muchacha se sienta al lado de otra, doblando el abrigo (con este tiempo tan inestable, uno nunca sabe qué coger por la mañana) sobre sus rodillas. La parte inferior del abrigo de la que se acaba de sentar contacta accidentalmente con la pierna de la que viaja al lado.

- "Oye... que... esto", dice la que ya iba sentada señalando el abrigo de la recién llegada.
- "¿Qué? ¿Te molesta?", pregunta sorprendida la advenediza, retirando el abrigo de la sensible rodilla de su vecina.
- "Como vamos tan así...", argumenta la vecina, mientras se levanta para bajarse en la siguiente parada, farfullando de manera ininteligible y, pese a todo, insultando (tú y yo lo sabíamos).

La muchacha que se acababa de sentar comprende que, en estos casos, lo mejor es la supervivencia.
A la gente que, a estas horas de la madrugada, demanda las cosas de manera tan educada y, sobre todo, clara y meridiana, hay que concederle todo sin hacerse más preguntas.
Ante todo, supervivencia.
Que los instintos asesinos son los únicos instintos que están despiertos a estas horas de la madrugada.

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