7 de mayo de 2008

En buenas manos

Pongo el intermitente con suficiente antelación y ejecuto la maniobra del cambio de carril con extremada delicadeza.
De pronto, un bocinazo de los que hacen época rompe el silencio sepulcral (ironía a mansalva) de la Castellana en hora punta.
Uno de esos que, como no follan, no liberan adecuadamente las tensiones, pasa a mi lado haciendo aspavientos y agitando la cabeza encolerizado por mi maniobra perfectamente señalizada (para una vez que lo hago bien), moviendo los hombros como si intentara echar a volar.

Aprovecho que tengo la ventanilla bajada para gritar con todas mis fuerzas un "y yo en la tuya, cabrón", que me sale del alma, recordando en ese mismo instante que mi profe de autoescuela va en el asiento del copiloto.
En milésimas de segundo agacho las orejas esperando una reprimenda por ser tan macarra, justo en el momento en el que veo a mi profe sacar la cabeza por su ventanilla, mientras grita un "que te den por culo, gilipollas".

Sonrío con satisfacción.
Voy a ser un conductor de primera.
Estoy en buenas manos.

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