Recuerdo que mi hermana, hace muchos años, se negó a salir en un anuncio que iban a colgar en las vallas publicitarias.
En primer lugar, porque tenía que salir vestida de monja. Y ella, que es así de pizpireta, dijo que verdes las habían segado. Que luego le iban a colgar el sanbenito de "mira, por ahí viene la monja" y no se iba a comer un colín. Y no se iba a jugar el pan a cambio de 5 minutos de fama.
En segundo lugar, porque no quería que la pintaran bigote. O un diente negro, que es peor.
La verdad, creo que hizo muy bien.
Porque un anuncio te puede marcar para toda la vida.
Recuerdo un chaval de mi colegio que protagonizó uno de las plantillas devor-olor.
Aquéllo acabó con su vida social.
Encima, el anuncio en cuestión estuvo mil años pasándose por la tele.
Y claro, poco a poco, el chaval fue perdiendo amistades. De hecho, hasta perdió el nombre.
Todo el mundo le conocía por "El Plantillas".
Y a esas edades, es algo muy chungo que acaba con tu capacidad para vivir en sociedad.
Imagino que el chaval acabaría viviendo en un monasterio del Tibet, donde no hay televisión y pudiera pasar desapercibido.
Aunque con esto de la internés, seguro que sigue igual de jodido.
Es igual que el anuncio de la crema para las hemorroides. Eso te marca para toda la vida.
Imaginad.
Estás en un bar y te acercas a una tía.
Después de los holaquetales de rigor, viene el sempiterno "tu cara me suena".
Sí, es que salgo en la tele.
¿En serio?
Sí, soy la del anuncio de Hemoal...
Y aquí se acaba la magia porque, aunque sea un anuncio, acabas de intimar en exceso con esa persona.
De repente, tienes la misma información de ella que si llevaráis 30 años casados.
Y no es plan.
Y todo por un anuncio.
"Era joven y necesitaba el dinero".
Claro, como todos.
1 comentario:
A mi una vez me pasó que conocí a una famosa, quise estar con ella 30 años casada pero acabó con Adrian Brody. Una lástima
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