Ayer nos fuimos de cena todos los compis de mi nuevo curro, jefes incluidos.
La cosa, como suele ser habitual, se prolongó hasta las 4. En mi caso, claro.
Hoy viernes entramos a las 8 de la mañana para poder largarnos a las 3 de la tarde. Normalmente, claro. Anoche, cuando me despedía de los compis, les pregunté, así como el que no quiere la cosa, intentando que no se notara mucho lo perro viejo que soy para según qué cosas, "oye, ¿y mañana a qué hora vamos?".
"Pásate sobre las nueve y media o diez, más o menos", me dijeron.
He venido a las diez y cuarto.
Y he sido de los primeros en llegar.
A las 12 de la mañana ha aparecido mi jefe con unas barras de pan, unas botellas de coca-cola y un bulto sospechoso.
El bulto ha resultado ser un jamonero. A las 12:30 se ha puesto a cortar jamón, un jamón que unos clientes habían mandado la semana pasada. Eso es un jefe.
Sol y jamoncito. Échale.
Sigo pensando que tiene que haber gato encerrado pero, de momento, no sufráis por mí, de verdad.
Estoy bien.
Si, en el fondo, no me tratan tan mal.
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