10 de marzo de 2008

El pólipo también liga

La naturaleza, siempre sabia, nos ofrece ejemplos del comportamiento humano, aplicados, en este caso, al mundo del ligoteo. Evidentemente, habrá otros ejemplos sobre la etología humana que se puedan usar pero no serán tan divertidos.

Seguro que la naturaleza podría explicar las razones que llevan a un ser humano al coleccionismo de sellos (dicho sea con el debido respeto que me merecen los filatélicos, colombofílicos, sifilíticos y, en general, cualquier depravado que se dedique a estos u otros menesteres del mismo tipo o diferente. Resumiendo, que sois unos marranos, joder), pero nunca serán tan divertidas como las razones que llevan a adoptar una actitud u otra a la hora de ligar.

Hoy, desenterrando mi lejano pasado de biólogo (de momento, lo único en lo que la Obregón y yo nos parecemos. De aquí a unos años también nos unirá la misma talla de pecho, pero eso será cuando la gravedad haga su efecto en mi anatomía aún turgente pese a que, como diría Serrat, hace más de 15 años que tengo 15 años), inauguramos la serie "ligando naturalmente" con el documental sobre el pólipo.

El pólipo es una especie de planta de plástico del IKEA (dudo mucho que se le pueda calificar de "organismo". Al pólipo, no a las plantas de IKEA) que se fija al fondo marino y no hace nada más. Ahí se queda, moviéndose al compás de las corrientes submarinas. Bueno, moviéndose más bien poco. Digamos que tiene la misma movilidad que los músculos faciales de Stallone. Dato científico (para que luego vuestras madres no digan que sólo venís aquí por las tontás): pese a su apariencia, el pólipo pertenece al reino animal.

Sólo faltan los gintónics y la barra

La manera de alimentarse del pólipo es lo que nos ha llamado la atención y, por supuesto, es lo que le ha llevado a inaugurar esta sección. El pólipo, como no tiene manera de moverse del sitio, se alimenta filtrando lo que la corriente marina pone a su alcance.
Es decir, el pólipo se fija en la barra, sin poderse mover, muy probablemente porque el nivel de gintónic en su cuerpo sea similar al de Massiel un martes a las 11 de la mañana (prácticamente mortal para un ser humano corriente).
El pólipo espera que la corriente marina (aka música, es decir, el bimbó, la lambada o los pajaritos) coloque algo, lo que sea, al alcance de sus fauces, lo suficientemente desprevenido y/o alcoholizado como para dejarse pegar un bocado en el cogote. O donde pille, porque el pólipo no se para en distinguir estas sutilezas.

Una vez llegados a ese punto, el pólipo buscará desesperadamente la reproducción, sin moverse de la barra, eso sí. Una cosa es una cosa y seis, media docena.
Como estrategia, la del pólipo no parece la más exitosa, desde luego. No podemos olvidarnos que todos hemos sido alguna vez pólipos y, francamente, lo que se puede pescar en una barra a según qué horas y con unos cuántos gintónics encima, la mayor parte de las veces tiene muy poco de ser humano y mucho de murciélago.
Y lo de murciélago, si uno tiene suerte.

Lo curioso es que, pese a todo, el pólipo sigue existiendo por lo que cabe concluir que su estrategia funciona y consigue reproducirse. O simplemente se trata de un estado primitivo de evolución por el que todos tenemos que pasar. Eso sí, no quiere decir que, una vez superado este primitivo estadío lleguemos a otro mejor. Tampoco nos pasemos.

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