Se bajó del tren empujando el carrito en el que transportaba a su bebé.
"Vamos, Lore, vamos a la parada de taxis", le decía amorosamente, agitando el culito embutido en un chandal rosa que, si hubiera ido un poco más pegado a la piel, hubiera sido subcutáneo.
Llegó a la parada y resopló, agitando su pelo recogido en una coleta, pero no una coleta normal, sino una de esas que van tan tensas que suben el ombligo a la garganta.
"¡Pero qué de gente hay aquí, Lore, mecagonlaputa!"
La niña, por supuesto, no respondió.
La choni siguió a lo suyo.
Que si "vaya mierda, Lore".
Que si "vámonos a otra parada, Lore".
Que si "estoy que no puedo con las bragas, Lore".
Y la Lore guardando un prudente silencio. Cuando mamá se pone a choniar, mejor callarse.
De repente, la choni se levantó del banco en el que se había sentado a esperar y se acercó a un macarra con chandal blanco (ya tardaba mucho en salir) de los que aún no se ha enterado que lo de la ruta del bakalao pasó de moda hace dos décadas.
"Dame un piti, Lore".
Anda. Resulta que la Lore no era la Lore. Era el Lore. Quién lo hubiera supuesto.
El macarra, rebuscando en los bolsillos de su chandal, sujetando su pitillo entre los labios, respondió.
"Tía, Lore, que sólo me queda uno..."
"¡Lore, no me jodas y dame un piti!"
No pude evitarlo. Tuve que apartar la vista y descojonarme mirando a la carretera.
La Lore y el Lore.
Me quedé con la duda de si el bebé cumpliría con las normas de la casa.
De verdad, cada día me gusta más esta ciudad.
1 comentario:
Como mola!
Eso de que tu pareja se llame como tú debe ser lo más.
Ya no quiero ir a la gran ciudad, ni pasear por Chueca.
Ahora quiero ir a Alicante, claro!
Y esos chándales blancos que me ponen berraco solo de imaginarlos...
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