18 de febrero de 2008

Pequeñas cosas

Quisiera ser el alambre del pan de molde, al que todo el mundo echa de menos cuando no está.
Quisiera ser ese último pitillo perdido en el fondo de un cajón que te da la vida un domingo de madrugada.
Quisiera ser la pipa que te quita el mal sabor de boca que encuentras entre la ropa después de que la última que has comido te supiera fatal.
Quisiera ser el calcetín soltero que reposa en el fondo del armario esperando a su pareja perfecta, sabiendo que sólo es cuestión de tiempo que aparezca.
Quisiera ser la letra hache, muda y discreta, ausente en el pecado, presente en despechado.
Quisiera ser el cd de plástico que se coloca en último lugar en una tarrina, para evitar que los demás se dañen.
Quisiera ser señales horarias, que jodían una canción cuando uno la grababa de la radio y ayudaban a no escuchar las gilipolleces de algún tertuliano.

Quisiera ser un regalo sorpresa, un te quiero inesperado, una cena romántica, un beso y una flor torpes y a destiempo, lejos de los catorces de febrero.
Quisiera ser la música que suena al final de las películas, cuando aperece el letrero de the end y las cabezas empiezan a llenar la pantalla del screener que has alquilado en el videoclub del burrito blanco.
Quisiera ser la canción que oyes a diario y siempre te acompaña, hasta que un día la escuchas y pasa a formar parte de ti.
Quisiera ser el despertador que suena un sábado por la mañana, sólo porque el viernes te olvidaste de apagarlo.
Quisiera ser el verbo to be, tan sencillo y estúpido como imprescindible, porque quisiera estar en todas las pequeñas cosas y quisiera ser todas las cosas pequeñas.

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