22 de enero de 2008

Compré el ABC

La última vez que compré el ABC ha sido esta mañana. Y juro que no volveré a hacerlo. Resulta que la mamma me ha pedido que lo comprara, porque está juntando los cupones para que le den unos cuchillos que, por lo visto, cortan que da gusto. Pero yo lo he pasado fatal.
Me he sentido como cuando compraba revistas porno, intentando camuflarlas entre las páginas enormes de la Micromanía.
Esas visitas al kiosco en las que te dejabas media paga porque, además de la revista cochina, te llevabas la susodicha de las páginas gigantes, el Marca, un par de tebeos, un paquete de chicles y, si aún quedaba alguno, el primer fascículo de la casa de muñecas de la época victoriana. Un sinvivir.
Y todo para que el kiosquero no pensara que eras un marrano.
Pues lo de esta mañana ha sido igual. Bueno, no. Ha sido peor.
Comprar revistas porno es algo que, quien más quien menos, todos hemos hecho.
Comprar el ABC, por mucho cuchillo súper chachi que regalen, no tiene justificación. Yo lo he pedido en voz muy bajita, porque en el kiosco me conocen y, claro, el colega no veas la cara que ha puesto.
"Es por los cuchillos que regalan", he dicho torpemente.
El kiosquero, sin que el Ducados se moviera de su boca, ni me ha mirado.
Y yo me he sentido muy sucio.

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