18 de enero de 2008

Alien vs Predator

Recuerdo que, la primera vez que la vi, en casa de un amigo, él se durmió. La habíamos alquilado en un videoclub, cuando aún se hacían esas cosas, un viernes nuit de ésos en los que estás que no estás y lo único que te apetece es sofá y mantita.
Cuando estábamos en la caja del videoclub, ambos dijimos "esto va a ser una mierda, pero seguro que se ve fácilmente". Tengo un gusto muy primitivo en cuanto a cine. Si hay hostias, explosiones, sale Bruce Willis, muere hasta el apuntador y/o hay bichos extraños preferiblemente de otra galaxia, puedo soportar la tortura sin mucho problema.
Ahora, si me pones un chino dando paseos por sus tierras mientras contempla el paisaje, me aburro como María Jiménez en una reunión de Alcohólicos Anónimos.
Y oye, la película, a priori, cumplía con los requisitos. Además, desde hacía muchos años se venía hablando de la peli que mezclara a los dos bichos más carismáticos de los últimos 20 años. Como suele suceder, la expectativa fue mucho mayor que el resultado final.
Un grupo de científicos/militares (no queda muy claro qué coño son, la verdad), viaja a la Antártida para ver el motivo por el que en la zona se ha registrado un incremento de temperatura.
Encuentran una pirámide que, teóricamente, fue construida por los seres humanos para adorar a los Depredadores, que habían venido hace la hueva de tiempo. Además, los bichos, en vez de un pan, se habían traído bajo el brazo una tropa de Aliens, a los que usaban para adiestrar a sus guerreros. O sea, a nosotros nos utilizaban para que los Aliens pudieran crecer. Luego, los Depredadores venían y se liaban a hostias con ellos. Lo que, en el castizo más cañí, se ha conocido siempre como medirse las pollas, que es lo que todo el mundo esperaba de esta película.
¿El resultado?. Pues el de siempre. Escabechina a mansalva.
Veredicto del sobaco: entretenida, y llega a este calificativo con calzador, pero sólo para amantes del cine de hostias y que no esperen absolutamente nada de esta película, porque eso es, precisamente, lo que ofrece. Nada. Para esos momentos en los que uno no tiene nada mejor que hacer que dejarse crecer el pelo. Y aún así, le queda a uno la sensación de estar perdiendo el tiempo.

No hay comentarios: