17 de diciembre de 2007

Invítame a un café

"Invítame a un café con leche", me dijo el rumano.
"No", respondí yo, mientras terminaba de liarme un pitillo.
"Es que hace frío, invítame", insistió él.
"No, lo siento", dije, buscando el mechero.
"¿No tienes una moneda suelta?", preguntó mi nuevo amigo.
"No, no tengo un duro", mentí, empezando a cabrearme.
Y se marchó.
Y me acordé de los tiempos en los que los yonkis de mi barrio se curraban la pasta que te sacaban. Te contaban su vida, te daban la paliza y, si no te conseguían sacar pasta, al menos conseguían que les dieras un pitillo. Pero se lo curraban.
Ahora no. Ahora ya vale con un "invítame a un café, que tengo frío". Coño, y yo también tengo frío, que llevo desde las 9 de la mañana pateándome las calles buscando un trabajo.
Desconozco cuál sería su situación laboral y, francamente, me importa bien poco pero, lo mismo, si nos hubiésemos contado las vidas, hubiera terminado invitándome él a café.

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