6 de noviembre de 2007

Tan listo y tan tonto

Después de muchos meses de andar como puta por rastrojo por ese submundo al que se conoce como blogosfera, tomé la determinación de pasar a mejor vida. No, no me refiero a dejar de fumar o irme a criar malvas. Bueno, a lo de dejar de fumar, sí, pero a mi ritmo, que pueda haber una marcha atrás. Vamos, que no me estoy refiriendo a ponerme el pijama de madera.

Tuve una entrevista hace un par de semanas en un periódico de los que reparten de manera gratuita. Después de hacer el artículo para ver si me manejaba en el idioma de Cervantes (“está claro que sabes escribir”, me dijo el redactor jefe... no es que lo diga yo, que también lo digo, ojo, que la falsa modestia también es un pecado), pasamos a hablar de cositas personales.

Y me pregunta que si conozco el periódico. “Sinceramente, no”, le dije, porque yo soy así de pizpireto. Y me quedé tan ancho. Se le arquearon las cejas y me dijo que nadie la había dado esa respuesta. Eso sí, me dio un consejo. “En futuras entrevistas, no digas que no conoces la empresa a la que vas, porque normalmente la entrevista terminaría en ese mismo instante”.

Le dí la razón. Tan listo que me creo para algunas cosas y lo poco inteligente que soy para otras. Así se lo dije. Literal.

Después de un ratito de charla, me dijo que ya me llamarían. Y yo, que tengo la intuición donde las avispas la gracia, pensé que lo harían. Menos mal que tengo una silla cómoda para amenizar la espera, que si no...

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