"La aventura de comprender. Es lo que echo en falta del reporterismo, ahora que la edad y el sistema me han ido alejando de esa parte importante, la espina dorsal de mi profesión".
TORRES, Maruja. Esperadme en el cielo. Barcelona, Ed. Destino, 2009, p. 161.
El sobaco de Julia / Julia's armpit
Sonríe, amigo y sé bienvenido...
9 de marzo de 2014
13 de septiembre de 2013
Me llamo Pota
Hace un tiempo, mucho tiempo, conocí a un tipo al que sus amigos llamaban Pota; un nombre curioso, siempre me pregunté cómo le llamarían quienes no fueran amigos.
Pota era un tipo grandón, de gesto hosco (qué bonito adjetivo para calificar un rictus desagradable), y modales huraños, el típico adolescente a tiempo completo, que no limita su cabreo permanente a las paredes de su casa, sino que lo hace extensible al resto del mundo.
Formaba parte de un grupo de punkis a los que frecuenté durante un tiempo; bueno, maticemos. En realidad se trataba de un grupo de niños-bien que escuchaban música punk y rompían las litronas contra el suelo cuando se las terminaban. No cambiemos la historia por completo. Hay que dejar que la cabeza tergiverse los recuerdos pero con cierto control.
Cuando me lo presentaron, Sobaco, Pota, Pota, Sobaco, encantado, un placer, se me ocurrió preguntarle cuál era su nombre. La curiosidad por saber el origen de semejante apodo me consumía. Volvamos a matizar. Digamos que sentía cierta curiosidad, lógica, por otro lado, pero nada descontrolado como para decir que estaba consumido por ella. Exageremos cuando contamos una historia, siempre, es fundamental para que la historia tenga sentido, pero con mesura, que si no se nos va la credibilidad por la ventana.
No recuerdo el nombre del tipo, seguramente algo común, Javier o Alberto, nada que llamara la atención o que fuera el origen de su apodo. ¿Y el apellido? Tal vez por ahí lográramos salir de dudas. Un apellido vasco impronunciable o, mejor aún, de origen ruso, de los que cuando los ves escritos te dan ganas de decir "compro vocal" para poderlos leer. Pues no, nada que rascar por ahí; García o Martínez, infantería pura y dura, carne de cañón para la pila de currículum descartados.
¿Entonces? Seguro que detrás del mote hay una historia graciosa, como la de aquella compañera de clase de mi cuñado a la que apodaron Raba Deslizante, después de que la muchacha vomitara durante una noche de copas, pisara el pastel y después, perdiera el equilibrio y aterrizara con toda su humanidad en el centro de su obra. Uno de esos motes que te acompañan para siempre y que, en los pueblos, se convierte en una herencia; ¿y tú de quién eres? De la Paqui. ¿De los Rabadeslizantes? Sí, de esos.
Pues tampoco: el caso de Pota se complicaba. ¿Y si el sobrenombre se lo puso algún hermano menor de pequeño, cuando los niños tienen la lengua de trapo y pronuncian lo que pueden y como pueden? Hijo único.
¿No hay nada en el mundo que pueda explicar el origen de tu nombre, Pota, querido amigo? ¿Me vas a decir que lo único llamativo en tu personalidad no tiene una historia detrás que merezca la pena escuchar? ¿Eres sólo un adolescente más, un niñato con aires de rebelde cabreado con el mundo?
Así era Pota, un tipo hosco y huraño, con un nombre de origen ignoto y personalidad similar a la de una babosa. Y sin embargo, tantos años después, más de veinte ya, aún me acuerdo de él y me pregunto cuál sería el origen de su apodo. Y como no doy con una respuesta, sigo sin ser capaz de inventar una historia sugerente que lo explique.
Pota era un tipo grandón, de gesto hosco (qué bonito adjetivo para calificar un rictus desagradable), y modales huraños, el típico adolescente a tiempo completo, que no limita su cabreo permanente a las paredes de su casa, sino que lo hace extensible al resto del mundo.
Formaba parte de un grupo de punkis a los que frecuenté durante un tiempo; bueno, maticemos. En realidad se trataba de un grupo de niños-bien que escuchaban música punk y rompían las litronas contra el suelo cuando se las terminaban. No cambiemos la historia por completo. Hay que dejar que la cabeza tergiverse los recuerdos pero con cierto control.
Cuando me lo presentaron, Sobaco, Pota, Pota, Sobaco, encantado, un placer, se me ocurrió preguntarle cuál era su nombre. La curiosidad por saber el origen de semejante apodo me consumía. Volvamos a matizar. Digamos que sentía cierta curiosidad, lógica, por otro lado, pero nada descontrolado como para decir que estaba consumido por ella. Exageremos cuando contamos una historia, siempre, es fundamental para que la historia tenga sentido, pero con mesura, que si no se nos va la credibilidad por la ventana.
No recuerdo el nombre del tipo, seguramente algo común, Javier o Alberto, nada que llamara la atención o que fuera el origen de su apodo. ¿Y el apellido? Tal vez por ahí lográramos salir de dudas. Un apellido vasco impronunciable o, mejor aún, de origen ruso, de los que cuando los ves escritos te dan ganas de decir "compro vocal" para poderlos leer. Pues no, nada que rascar por ahí; García o Martínez, infantería pura y dura, carne de cañón para la pila de currículum descartados.
¿Entonces? Seguro que detrás del mote hay una historia graciosa, como la de aquella compañera de clase de mi cuñado a la que apodaron Raba Deslizante, después de que la muchacha vomitara durante una noche de copas, pisara el pastel y después, perdiera el equilibrio y aterrizara con toda su humanidad en el centro de su obra. Uno de esos motes que te acompañan para siempre y que, en los pueblos, se convierte en una herencia; ¿y tú de quién eres? De la Paqui. ¿De los Rabadeslizantes? Sí, de esos.
Pues tampoco: el caso de Pota se complicaba. ¿Y si el sobrenombre se lo puso algún hermano menor de pequeño, cuando los niños tienen la lengua de trapo y pronuncian lo que pueden y como pueden? Hijo único.
¿No hay nada en el mundo que pueda explicar el origen de tu nombre, Pota, querido amigo? ¿Me vas a decir que lo único llamativo en tu personalidad no tiene una historia detrás que merezca la pena escuchar? ¿Eres sólo un adolescente más, un niñato con aires de rebelde cabreado con el mundo?
Así era Pota, un tipo hosco y huraño, con un nombre de origen ignoto y personalidad similar a la de una babosa. Y sin embargo, tantos años después, más de veinte ya, aún me acuerdo de él y me pregunto cuál sería el origen de su apodo. Y como no doy con una respuesta, sigo sin ser capaz de inventar una historia sugerente que lo explique.
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Desperdiciando juventud
30 de junio de 2013
La gente que pasa hambre
"Ya se sabe que si hay gente que pasa hambre, nadie se inquieta; pero si los hambrientos son norteamericanos, el problema puede ser universal".
TORRENTE BALLESTER, Gonzalo. "Filomeno, a mi pesar". Ed. Planeta. Barcelona, Mayo 1989, p. 234
TORRENTE BALLESTER, Gonzalo. "Filomeno, a mi pesar". Ed. Planeta. Barcelona, Mayo 1989, p. 234
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Frases que invitan a...
21 de abril de 2013
Lo que define a un fotógrafo
"Lo que define a un fotógrafo es su honestidad; la voluntad por respetar todo lo que se fotografía, en cualquier tema al que se mire, sea persona viva o naturaleza muerta"
DE ANDRÉS, CARLOS. La soledad como enemigo. Incluido en Los ojos de la guerra, de Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez. Ed. Debolsillo, Gavá (Barcelona), 2004; p. 246
DE ANDRÉS, CARLOS. La soledad como enemigo. Incluido en Los ojos de la guerra, de Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez. Ed. Debolsillo, Gavá (Barcelona), 2004; p. 246
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Frases que invitan a...
14 de marzo de 2013
Carta al defensor del lector de El País
Me dirijo a usted con la intención de expresar mi profundo malestar por una información publicada por ustedes en el día de hoy (aquí el enlace a su edición digital), titulada "Maestros suspensos en primaria", firmada por Pilar Álvarez.
La redactora no contrasta la información con las otras partes implicadas; sólo una breve mención a la responsable de Educación de CCOO, en contra del libro de estilo de El País que, en su artículo 1.23, página 14, dice que "en los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las dos partes en litigio".
Ni una sola mención a las innumerables irregularidades de la última convocatoria que convocó la Comunidad de Madrid (como ustedes mismos publicaron en su momento), convocatoria que está denunciada, por cierto. Algo que la redactora hubiera podido averiguar si se hubiera tomado la molestia de hacer su trabajo con un mínimo de profesionalidad.
La redactora da por buena la postura de la Consejería de Educación, haciéndola suya, en contra del libro de estilo de El País que, en su artículo 1.24, página 14, dice que "si una información recoge hechos radicalmente distintos según los narre una fuente o los explique otra enfrentada con la anterior, y el periódico no se define en el texto por ninguna de ellas, el titular no podrá ser adjudicado a una de las dos versiones en detrimento de la otra". Desde la primera letra del titular hasta el último punto, la información es tendenciosa.
La redactora reproduce el anecdotario facilitado por la Consejería de Educación, aceptando los casos atípicos (los de la cola de la distribución normal), como si fueran la norma. La interpretación de los datos es torticera y perversa. La redactora acepta esa manipulación y se convierte en altavoz de la Consejería de Educación. ¿Dónde queda el papel del periodista como contrapeso del poder? La Consejería de Educación ya dispone de un gabinete de comunicación y prensa; ustedes no deberían limitarse a reproducir lo que cualquier actor social les ofrezca. Se trata de una campaña evidente de desprestigio del docente público, orquestada por la propia Administración (lo que riza el rizo de lo maquiavélico), empeñada en privatizar todo lo público. Que una Administración Pública desprestigie lo público es el colmo de la desvergüenza, pero que un medio como El País contribuya a esa campaña, es deleznable. ¿Han investigado ustedes los criterios que siguen los centros privados concertados para la contratación de su personal que, por cierto, pagamos todos? No se molesten, ya se lo digo yo: no existen esos criterios.
Es lamentable y vergonzoso que un medio, otrora prestigioso y de referencia como El País, publique informaciones tan faltas de rigor, ética y profesionalidad. ¿Se extrañan de que, según el último barómetro del CIS, la profesión de periodista sea la peor valorada por los españoles?
Un ex lector indignado.
La redactora no contrasta la información con las otras partes implicadas; sólo una breve mención a la responsable de Educación de CCOO, en contra del libro de estilo de El País que, en su artículo 1.23, página 14, dice que "en los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las dos partes en litigio".
Ni una sola mención a las innumerables irregularidades de la última convocatoria que convocó la Comunidad de Madrid (como ustedes mismos publicaron en su momento), convocatoria que está denunciada, por cierto. Algo que la redactora hubiera podido averiguar si se hubiera tomado la molestia de hacer su trabajo con un mínimo de profesionalidad.
La redactora da por buena la postura de la Consejería de Educación, haciéndola suya, en contra del libro de estilo de El País que, en su artículo 1.24, página 14, dice que "si una información recoge hechos radicalmente distintos según los narre una fuente o los explique otra enfrentada con la anterior, y el periódico no se define en el texto por ninguna de ellas, el titular no podrá ser adjudicado a una de las dos versiones en detrimento de la otra". Desde la primera letra del titular hasta el último punto, la información es tendenciosa.
La redactora reproduce el anecdotario facilitado por la Consejería de Educación, aceptando los casos atípicos (los de la cola de la distribución normal), como si fueran la norma. La interpretación de los datos es torticera y perversa. La redactora acepta esa manipulación y se convierte en altavoz de la Consejería de Educación. ¿Dónde queda el papel del periodista como contrapeso del poder? La Consejería de Educación ya dispone de un gabinete de comunicación y prensa; ustedes no deberían limitarse a reproducir lo que cualquier actor social les ofrezca. Se trata de una campaña evidente de desprestigio del docente público, orquestada por la propia Administración (lo que riza el rizo de lo maquiavélico), empeñada en privatizar todo lo público. Que una Administración Pública desprestigie lo público es el colmo de la desvergüenza, pero que un medio como El País contribuya a esa campaña, es deleznable. ¿Han investigado ustedes los criterios que siguen los centros privados concertados para la contratación de su personal que, por cierto, pagamos todos? No se molesten, ya se lo digo yo: no existen esos criterios.
Es lamentable y vergonzoso que un medio, otrora prestigioso y de referencia como El País, publique informaciones tan faltas de rigor, ética y profesionalidad. ¿Se extrañan de que, según el último barómetro del CIS, la profesión de periodista sea la peor valorada por los españoles?
Un ex lector indignado.
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Crónicas de un periodista sin estudios
20 de febrero de 2013
Una media historia parisina
Sec.1. París. Hotel de lujo. Interior/tarde.
Una pareja se acerca a la recepción. Maletas en la mano.
Ella: Bonjour.
Recepcionista: Bonjour, madame.
Ella: (subtitulamos la conversación) Hola, buenas... soy Ella, de la Agencia de Viajes, hablamos la semana pasada...
Recepcionista: Ah, sí, me acuerdo, ¿qué tal el vuelo?
Ella: Bien, muy bien.
Recepcionista: Bueno, pues si me rellenas la ficha y me das un segundo, te doy las llaves de la habitación enseguida.
Ella: Vale, perfecto.
Ella y Él se besan y se sonríen.
Sec. 2. París. Suite presidencial. Interior/Tarde.
El botones del hotel abre la puerta de la habitación. Inmensidad. La habitación, más bien un piso, ocupa toda la parte alta de una torre. La terraza rodea la habitación. El botones deja las maletas en el salón de la suite. Se retira con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza.
Ella y Él todavía a la entrada de la habitación, boquiabiertos.
El ruido de la puerta al cerrarse los devuelve a la realidad.
Él: ¡Joder, tía! ¿Y este pedazo de habitación?
Ella: Ni idea... sabía que nos iban a dar una habitación buena porque, oye, son uno de los hoteles que recomendamos en la agencia y les generamos mucho negocio pero es que esto es la suite presidencial...
Él: ¡Hostia! ¿Has visto el tamaño del jacuzzi? ¡Pero si es más grande que nuestro salón!
Sec. 3. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella y Él en el jacuzzi. Escena de sexo gratuito.
Sec. 4. París. Dormitorio de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella y Él, dentro de la cama, comiendo de una cesta enorme de fruta fresca.
Suena el teléfono de la habitación.
Él: ¿Sí? Sí... (en inglés) sí... sí... ah, muy bien... perfecto... muchas gracias, muy amable.
Ella: ¿Quién era?
Él: De la recepción, que la cena nos la tienen preparada para las diez y que el coche nos pasará a buscar una hora antes.
Ella: ¿Qué coche?
Él: El que nos va a llevar a la cena...
Ella: ¿Qué cena?
Él: Pues ni idea, la que incluirá la reserva de la habitación, digo yo...
Ella: Es que la reserva no incluye la cena, sólo el desayuno...
Él: Pues no sé, será que te quieren agradecer los servicios prestados.
Ella: Será eso...
Sec. 5. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella en la ducha. Él afeitándose.
Él repara en una tarjeta doblada que está junto al lavabo. La coge y la lee. Está escrita en ruso.
Él: ¿Te suena de algo el nombre de Dimitri Sobreieff?
Ella: Ni idea, ¿por?
Él: Aquí hay una tarjeta en ruso con su nombre...
Ella: Se la habrán dejado ahí sin quitar... seguro que ha sido el anterior huésped.
Él: Será eso...
Sec. 6. Salón de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella mirándose en un espejo. Junto al espejo, flores frescas. Entre las flores, una tarjeta. La coge y la lee. Ruso.
Ella: ¿Cómo dijiste que se llamaba el ruso?
Él: ¿El de antes? Dimitri nosequé.
Ella: Sobreieff. Dimitri Sobreieff.
Él: Sí, es verdad. ¿Por?
Ella: Porque entre las flores del salón he encontrado otra tarjeta escrita en ruso a su nombre...
Él: ¿Otro descuido? Pues vaya un servicio de habitaciones que tienen en este hotel... me dan ganas de mirar las sábanas a ver si no las han cambiado... (entra en el dormitorio) ¡Anda!
Ella: ¿Qué?
Él: Que no me había fijado antes, pero en la cesta de la fruta hay una tarjetita... con el nombre del ruso de los cojones...
Ella: ¡No jodas!
Él: ¿Y si la habitación no fuera para nosotros?
Restos de fruta sobre la mesilla de noche. Sábanas revueltas. Maletas abiertas, a medio deshacer. Puertas de los armarios abiertas. Toallas arrebujadas en el baño. Salpicaduras de agua alrededor del jacuzzi. Ropa interior por el suelo.
Suena el teléfono de la habitación.
Él: (con miedo) ¿Sí? (hablando en inglés) Perdón, no hablo ruso... ah, sí, sí, ya bajo...
Ella: ¿Quién era?
Él: El de la recepción, que el coche ya está aquí. Y me ha llamado Señor Sobreieff...
Ella: ¡Hostia puta!
FIN
¿Fin? ¿Cómo que fin? Sí, fin. Fin de la historia. El resto ya no tiene gracia. En la recepción se habían confundido al entregar la habitación. El ruso en cuestión, deportista de élite, muy amable y comprensivo, les cedió la suite a los protagonistas y a él le ubicaron en otra.
Hubiera estado muy bien que el ruso hubiera sido un tipo súper chungo, de los que trafican con todo lo que se menea y que, al ver a dos mindundis en su habitación, organizara una ensalada de tiros y mondongos pero no fue así.
Hubiera estado genial que alguno de nuestros protagonistas, en realidad asesino a sueldo, respondiera a los disparos del ruso con mayor intensidad. Casquería por toneladas.
Hubiera estado muy bien, sí, pero como los protagonistas de la historia eran gente normal y corriente, lo máximo que les puede suceder en una situación así es que, de regreso a casa, comprueben que se dejaron la ropa interior olvidada en la habitación y que, muy probablemente, el ruso en cuestión la haya recibido en su domicilio, lavada, planchada y perfumada.
Y luego el ruso se preguntará por el origen de esa ropa interior, historia que podría dar lugar a una segunda parte.
Ya lo veremos.
La imagen que acompaña este artículo procede de esta página
Una pareja se acerca a la recepción. Maletas en la mano.
Ella: Bonjour.
Recepcionista: Bonjour, madame.
Ella: (subtitulamos la conversación) Hola, buenas... soy Ella, de la Agencia de Viajes, hablamos la semana pasada...
Recepcionista: Ah, sí, me acuerdo, ¿qué tal el vuelo?
Ella: Bien, muy bien.
Recepcionista: Bueno, pues si me rellenas la ficha y me das un segundo, te doy las llaves de la habitación enseguida.
Ella: Vale, perfecto.
Ella y Él se besan y se sonríen.
Sec. 2. París. Suite presidencial. Interior/Tarde.
El botones del hotel abre la puerta de la habitación. Inmensidad. La habitación, más bien un piso, ocupa toda la parte alta de una torre. La terraza rodea la habitación. El botones deja las maletas en el salón de la suite. Se retira con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza.
Ella y Él todavía a la entrada de la habitación, boquiabiertos.
El ruido de la puerta al cerrarse los devuelve a la realidad.
Él: ¡Joder, tía! ¿Y este pedazo de habitación?
Ella: Ni idea... sabía que nos iban a dar una habitación buena porque, oye, son uno de los hoteles que recomendamos en la agencia y les generamos mucho negocio pero es que esto es la suite presidencial...
Él: ¡Hostia! ¿Has visto el tamaño del jacuzzi? ¡Pero si es más grande que nuestro salón!
Sec. 3. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella y Él en el jacuzzi. Escena de sexo gratuito.
Sec. 4. París. Dormitorio de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella y Él, dentro de la cama, comiendo de una cesta enorme de fruta fresca.
Suena el teléfono de la habitación.
Él: ¿Sí? Sí... (en inglés) sí... sí... ah, muy bien... perfecto... muchas gracias, muy amable.
Ella: ¿Quién era?
Él: De la recepción, que la cena nos la tienen preparada para las diez y que el coche nos pasará a buscar una hora antes.
Ella: ¿Qué coche?
Él: El que nos va a llevar a la cena...
Ella: ¿Qué cena?
Él: Pues ni idea, la que incluirá la reserva de la habitación, digo yo...
Ella: Es que la reserva no incluye la cena, sólo el desayuno...
Él: Pues no sé, será que te quieren agradecer los servicios prestados.
Ella: Será eso...
Sec. 5. París. Baño de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella en la ducha. Él afeitándose.
Él repara en una tarjeta doblada que está junto al lavabo. La coge y la lee. Está escrita en ruso.
Él: ¿Te suena de algo el nombre de Dimitri Sobreieff?
Ella: Ni idea, ¿por?
Él: Aquí hay una tarjeta en ruso con su nombre...
Ella: Se la habrán dejado ahí sin quitar... seguro que ha sido el anterior huésped.
Él: Será eso...
Sec. 6. Salón de la suite presidencial. Interior/tarde.
Ella mirándose en un espejo. Junto al espejo, flores frescas. Entre las flores, una tarjeta. La coge y la lee. Ruso.
Ella: ¿Cómo dijiste que se llamaba el ruso?
Él: ¿El de antes? Dimitri nosequé.
Ella: Sobreieff. Dimitri Sobreieff.
Él: Sí, es verdad. ¿Por?
Ella: Porque entre las flores del salón he encontrado otra tarjeta escrita en ruso a su nombre...
Él: ¿Otro descuido? Pues vaya un servicio de habitaciones que tienen en este hotel... me dan ganas de mirar las sábanas a ver si no las han cambiado... (entra en el dormitorio) ¡Anda!
Ella: ¿Qué?
Él: Que no me había fijado antes, pero en la cesta de la fruta hay una tarjetita... con el nombre del ruso de los cojones...
Ella: ¡No jodas!
Él: ¿Y si la habitación no fuera para nosotros?
Restos de fruta sobre la mesilla de noche. Sábanas revueltas. Maletas abiertas, a medio deshacer. Puertas de los armarios abiertas. Toallas arrebujadas en el baño. Salpicaduras de agua alrededor del jacuzzi. Ropa interior por el suelo.
Suena el teléfono de la habitación.
Él: (con miedo) ¿Sí? (hablando en inglés) Perdón, no hablo ruso... ah, sí, sí, ya bajo...
Ella: ¿Quién era?
Él: El de la recepción, que el coche ya está aquí. Y me ha llamado Señor Sobreieff...
Ella: ¡Hostia puta!
FIN
¿Fin? ¿Cómo que fin? Sí, fin. Fin de la historia. El resto ya no tiene gracia. En la recepción se habían confundido al entregar la habitación. El ruso en cuestión, deportista de élite, muy amable y comprensivo, les cedió la suite a los protagonistas y a él le ubicaron en otra.
Hubiera estado muy bien que el ruso hubiera sido un tipo súper chungo, de los que trafican con todo lo que se menea y que, al ver a dos mindundis en su habitación, organizara una ensalada de tiros y mondongos pero no fue así.
Hubiera estado genial que alguno de nuestros protagonistas, en realidad asesino a sueldo, respondiera a los disparos del ruso con mayor intensidad. Casquería por toneladas.
Hubiera estado muy bien, sí, pero como los protagonistas de la historia eran gente normal y corriente, lo máximo que les puede suceder en una situación así es que, de regreso a casa, comprueben que se dejaron la ropa interior olvidada en la habitación y que, muy probablemente, el ruso en cuestión la haya recibido en su domicilio, lavada, planchada y perfumada.
Y luego el ruso se preguntará por el origen de esa ropa interior, historia que podría dar lugar a una segunda parte.
Ya lo veremos.
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Jóbis pa tós
16 de enero de 2013
La de chicuela
El Tribunal Constitucional ha suspendido el euro por recetaque se recobra en Cataluña. Se anula la medida. Eso sí, de los 55 millones de
euros que el Gobern estima haber recaudado desde que impuso la ilegal tasa, los
ciudadanos no van a ver ni uno de vuelta. Lo que el gobierno te quita, no te lo
devuelve ni Santa Rita.
Las farmacias catalanas dejan de ser oficinas recaudatorias
al servicio del Sheriff de Nottingham. Ya no robarán más a los pobres, a los
pobres ciudadanos cada vez más empobrecidos, para favorecer a unos pocos. Los
políticos de bajura que sufrimos tendrán que buscarse otra triquiñuela. La
encontrarán, eso seguro. Tienen tan poca vergüenza que se apropian del dinero
de los parados y, cuando se les descubre, se les pone cara de Durán i Lleida,
igual que esos carteristas del metro, que sonríen cuando les das un manotazo
tras haberles pillado in fraganti, a sabiendas de que no les va a pasar
absolutamente nada.
¿Nos merecemos los ciudadanos este tipo de políticos? A la
vista de los últimas elecciones en Cataluña, parece ser que sí, que allí gusta
la tijera. Debe ser que los que rechazan los recortes se han alejado tanto de
esa tomadura de pelo que son las urnas electorales, que se han marchado al
extranjero en busca de aventuras.
En el mus, un deporte que es mucho más noble que esta
política que perpetran la mayor parte de los sujetos que nos malgobiernan, esto
de recobrar de manera ilegal es muy común. La de chicuela, le dicen. Tasazo por chi cuela.
A mí, en cambio, me gusta llamar a las cosas por su nombre: a las crisis, estafas; a los especuladores y
banqueros que las provocaron, ladrones; y a los políticos que las consintieron,
canallas. Cuele o no cuele.
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Cosas que pasan
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