23 de noviembre de 2011

Una de golfistas

Esta mañana he vivido algo que nunca pensé que viviría: una conversación sobre golf; digamos que en el ambiente en el que me muevo, no es un deporte muy popular.
Dos compañeros de trabajo, el uno con simple afición, el otro con cierta experiencia, me han empezado a hablar de este deporte tan complicado.
Yo, que lo más parecido que he hecho ha sido golfear cuando era joven, no me he arredrado con el tema de conversación. Es más, estudiando periodismo, uno tiene muy claro que no hace falta saber de algo para opinar: es el ABC del periodismo... o el periodismo del ABC que, en este caso, viene a ser lo mismo; por lo de no saber para opinar, digo.
Pero dejemos el periodismo y volvamos al campo de golf.

Lo primero, agarrar el palo. "Tienes que cogerlo como si fuera un pájaro", decía el experto.
"No he cogido nunca un pájaro, ¿sirve una tortuga?", he dicho yo.
Superado el primer escollo (parece que lo del pajaro no es excesivamente importante), han empezado a hablarme de la postura.
Se han puesto a menear los brazos como folclóricas y, lo siento, pero he perdido el hilo enseguida.
Lo único que me ha quedado claro es que hay que poner culo de pollo.
Después de esto, procedemos al golpeo, que parece ser que también tiene su complicación. Básicamente se trata de ayudar a los topos a remodelar la orografía del terreno a base de bastonazos; como se puede comprobar, se trata de un deporte en el que te haces uno con la naturaleza o, mejor dicho, la naturaleza se hace uno contigo, a base de hostias, eso sí.
Una vez terminado el hoyo (o con el hoyo), nos trasladamos al siguiente.
Por cierto, en cuanto al número de golpes necesarios para hacer un hoyo también nos detuvimos, cuando me dijeron que es muy difícil "meterla a la primera".
Sobre todo cuando tienes veinte años, pensé yo.

"Un deporte muy duro", comentaba el experto, a lo que el aficionado asentía.
"Técnicamente no lo dudo, pero físicamente...", dije yo.
"Ojo, que la bolsa pesa lo suyo", decía el experto.
"Bueno, pero a los profesionales se la lleva el caddy", objeté yo.
"A los profesionales, tú lo has dicho; los simples aficionados la cargamos nosotros y hacerte dieciocho hoyos así, no te creas que es fácil", explicó el experto.
"Claro, por eso inventaron los cochecitos, ¿no? Para evitar muertes entre los practicantes de este deporte", dije yo.
A ver si ahora va a resultar que, uno, el golf es un deporte (no veo que los que lo practiquen suden mucho ni tengan aspecto de atletas, la verdad) y, dos, que es un deporte de riesgo.
Lo siguiente será situar el polo o la hípica dentro de los deportes populares.
Amos, no jodas.

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