25 de mayo de 2011

La pasividad de la gente buena

Acabo de tener una conversación con una compañera de trabajo sobre las concentraciones de Sol.
Se quejaba de la cantidad de gente que protestaba pero que no hacía nada y que ya era hora de despertar.
Le pregunté si había estado en las concentraciones y me dijo que no, que ella no podía, que su niño aún no tiene 2 años y que no puede ir allí con él.
Le dije que ahí hay mucha gente con críos, bebés en carritos e, incluso, embarazadas. Además, tener un crío no significa que te hayan cortado las piernas.
Que no, que no y que no.
Que ella no iba a ir a Sol; en todo caso, cuando comenzaran las asambleas en los barrios, sí se desplazaría a la más cercana.
¿Muy cómoda eres tú, no?, le dije.
Pues sí, admitió.
Y tú criticas a la gente que protesta pero no hace nada pero, ¿en qué te diferencias de ellos?

Como decía Martin Luther King, lo preocupante no es la perversidad de los buenos, sino la sorprendente indiferencia de la gente buena.
Y así nos luce el pelo, por culpa de la inacción de tanta gente.
Y me da igual el origen de esa inacción, si es por frustración, por ignorancia, por pasividad o por lo que sea.
Lo que importa es que no estás.
Y eso favorece a los perversos.

Estamos en las plazas de muchas ciudades.
Búscanos.
De ti depende que seamos uno más o uno menos.

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