Uno de los signos claros de envejecimiento consiste en
jugar al fútbol y darse cuenta de que, si no recurres a los
agarrones típicos de los italianos o a los
empujones y patadas de los holandeses, tu sobrino y sus tres amigos,
todos de seis años, te quitarían el balón en menos de lo que canta un gallo.
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