¿No os ha pasado alguna vez que, de tantas veces que has contado la misma historia, ya ni te acuerdas de cómo sucedió en realidad?
Pues eso me pasa a mí con la anécdota que os voy a contar a continuación.
Tenía yo veintipocos, no recuerdo exactamente, pero fijo que menos de veinticinco.
Estaba recién llegado al mundo audiovisual, aún más perdido que un pulpo en un garaje y verde y tiernecito como los brotes de bambú seleccionados por un panda como aperitivo.
Recuerdo que era jueves y que la tarde se complicó, algo muy habitual en ese mundo, donde las veces que consigues irte a tu hora las puedes contar con los dedos de una mano, sobrándote un mínimo de cuatro.
Un panorama desolador.
Y por 900 cochinos euros al mes (si llega).
El caso es que terminamos en un bar cercano a la emisora, una especie de cementerio de elefantes para locutores cuarentones, frustrados y cocainómanos, de vuelta de todo y cabreados con el mundo por no haber sabido apreciar su indudable e inconmensurable talento.
Fue como la visita del fantasma de las Navidades futuras.
Mientras bebía mi cerveza a traguitos, concluí que no quería ser como ellos.
Bueno, sospechaba que ya no era como ellos y que nunca lo sería pero, por si acaso, tomé notas mentales para mantener la guardia alta y no convertirme en uno más.
Andaba yo perdido en esos lúgubres pensamientos, nada apropiados para un recién llegado que debía tener ganas de comerse el mundo costara lo que costara (así me fue, claro), cuando el cuarentón frustrado al que acompañaba se acercó a otra cuarentona frustrada y entre muá, muá por aquí y jijí por allá, conocí a la subdirectora del Canal Play Boy en español (que no en castellano) afincado, como se apresuró a recalcar, en Miami Beach.
La tipa, una gilipollas integral, por cierto.
Igual que el cuarentón frustrado al que acompañaba.
Ambos eran la fauna autóctona de ese mundillo.
Algún día me explayaré a gusto.
Ella tenía aspecto de haber protagonizado la portada de la revista al menos una década atrás.
De repente y sin que viniera a cuento, fue como si hubiera estallado un globo lleno de marketing del canal del conejito, porque la muchacha nos llenó las manos de gorras, camisetas, llaveros, encendedores y bolígrafos.
Se empeñó en seguir pidiendo cervezas y en contarme el funcionamiento del canal.
Cuando conseguí levantarme del asiento, me tambaleé de manera preocupante.
Ese jueves se había complicado de verdad.
Algo muy habitual también en ese mundillo.
Al día siguiente, pese a todos mis esfuerzos, el cuarentón me secuestró para ir a comer a un tugurio infecto muy frecuentado por la misma ralea que poblaba el bar de la noche anterior.
Y cuando entramos en él, allí estaba la tipa del Canal Play Boy.
Mientras yo me quedaba patidifuso, ellos me contaron que lo de la noche anterior había sido una entrevista de trabajo en realidad, porque estaban buscando una persona que estuviera dispuesta a viajar a Miami para ocuparse de la gestión de contenidos del canal.
Buscaban una persona con experiencia y valía pero, sobre todo, con dominio de ambos idiomas.
¿Y esa persona soy yo? - recuerdo que pregunté, imaginando un mundo de tetas, culos, bikinis, sol y playa.
Esa persona eres tú - respondió ella, aunque se apresuró a añadir - siempre que tú aceptes...
Evidentemente, no acepté.
Digo "evidentemente" porque si no ya os hubieráis enterado.
No creo que ningún tío que haya trabajado en Play Boy y mantenga un blog, lo hubiera podido mantener oculto más de 3 años.
Lo que ya no recuerdo con claridad son los motivos por los que dije que no.
Es más, por mucho que lo intento no consigo encontrar un sólo motivo por el que rechazara esa oferta.
La foto que acompaña este artículo es lo único que me queda de la anécdota: el llavero que me regaló la muchacha del Canal Play Boy.
Ese llavero es lo único que sé que es cierto de toda la anécdota porque, como os decía al principio, la he contado tantas veces que ya ni me acuerdo de lo que sucedió en realidad.
Además, ¿qué motivos podría haber encontrado un chaval de veintipocos para haber rechazado una oferta para currar en el Canal Play Boy de Miami?
Nunca lo sabremos,
Ni vosotros ni, lo que es más triste, yo.
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