Lo del Atleti de ayer, clasificándose para la final de la UEFA (soy un clásico irremediable y me resisto a cambiarle el nombre) fue, sencillamente, la releche.
Nadie daba un duro por este equipo en el mes de Noviembre.
Yo tampoco, ojo.
Deambulábamos por la Liga, nos vapuleaban en Champion's, la defensa era digna de La parada de los monstruos y, una vez más, todo empezaba a teñirse del gris mediocre habitual que en el Calderón llamamos gris gilato por la cantidad de años, demasiados ya, que nos castigan con lo mismo, salvo aquel espejismo que se tradujo en un doblete mágico e inolvidable.
Y entonces, cuando nuestras cabezas empezaban a menearse con la resignación de siempre, igual que la de los elefantes que regresaban a Cuatro Caminos subiendo la cuesta desde Metropolitano, todo cambió.
Quique Sánchez Flores se hizo cargo del equipo y, en primer lugar, se cargó a los malos y vendió a los peores. Utilizó el sentido común (o tal vez no tuvo más remedio, nunca lo sabremos) y apostó por la cantera, encontrando un magnífico central y un fantástico portero en el camino. Recuperó, nadie sabe cómo, para el fútbol a Reyes. Colocó en su sitio a ese maravilloso lateral que es Ujfalusi, profesional que siempre cumple con nota y al que no cambiaría ni por el mejor Dani Alves. Y sobre todo, demostró que un buen entrenador no es aquél que, como en el mus, sólo sabe jugar con buenas cartas, sino aquél que, con un pimiento y medio, saca el máximo partido y es capaz de llegar a dos finales.
Sin duda, QSF es el 50% de este sorprendente, inesperado y finalista por partida doble Atlético de Madrid.
El otro 50%, por supuesto, los jugadores.
Ese Perea que es un gigante cuando no se lía, octogenario despistado por el Alzheimer cuando lo hace, una versión castizo-colombiana del Doctor Jekyll.
Ese tocayo en la banda izquierda que llevaba demasiado tiempo siendo uno de los peligros de los equipos rivales y que parece que hemos recuperado para la causa.
Ese Jurado al que le siguen faltando muchos colacaos y mucha sangre para jugar los partidos desde el inicio, pero que podría ser un magnífico jugador para los últimos 30 minutos, saliendo del banquillo y cogiendo a la defensa contraria ya cansada.
Ese Kun, talento excesivo para un equipo tan mediocre que, pese a todo, nunca pierde la ilusión (serán los benditos 20 años) y siempre marca las diferencias, aunque todos (incluso él) tengamos claro que este próximo verano va a hacer las maletas con destino a Inglaterra si fuera inteligente cosa que, dentro del campo no lo dudo, pero en la vida real sí lo hago.
Y por supuesto, ese uruguayo siempre cumplidor y goleador, al que criticaron por haberse relajado después de renovar y que, en una temporada supuestamente mala, ya lleva más de 25 goles. Diego, no saben lo que dicen, pero ni se te ocurra perdonarles.
No voy a hablar de sentimientos, papá por qué somos del Atleti, maneras de vivir, razones del corazón y otros inventos del marketing que tanto favorecen a los Gil, al de la peluca (¿o es pelazo?) y demás filibusteros que moran por el palco del Manzanares, aunque puedan tener más o menos dosis de verdad.
Lo importante es que, una vez más, el Atleti ha hecho posible lo imposible.
Porque, aunque luego se pierdan las dos finales, el mérito de haber llegado también hay que reconocérselo.
Sin embargo, esperemos que no sea así.
Esperemos que la sonrisa de Neptuno sea completa.
Doblemente completa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario