3 de julio de 2009

El hombre del pui

Un circo acude a una gran ciudad y, de la noche a la mañana las paredes de los edificios se llenan de carteles anunciando temibles fieras, increíbles acróbatas y la presentación del sorprendente y asombroso Hombre del Pui.
La expectación era máxima la noche del estreno, ya que todo el mundo había visto fieras y acróbatas, pero nadie había oído hablar del Hombre del Pui y todos querían verlo.
Después de dos horas de espectáculo, cuando la gente prácticamente no se aguantaba en sus asientos, el conductor del show anunció la esperada presencia del Hombre del Pui.

Un hombrecillo de aspecto enclenque, llevando un vaso con agua en la mano izquierda, caminó hacia el centro de la pista.
Depositó el vaso con sumo cuidado en el suelo y, acto seguido, comenzó a escalar hacia las alturas de la carpa por una estrecha escalera de cuerda.
Una vez que llegó a la plataforma más elevada, se asomó.
30 metros separaban al Hombre del Pui del suelo arenoso de la pista.

Todos los presentes contuvieron la respiración mientras contemplaban atónitos cómo el Hombre del Pui estiraba un brazo y mostraba una lenteja que sostenía entre dos de sus dedos.
Muchos niños se tapaban la cara con sus manitas, temerosos de ver lo que iba a suceder.
El Hombre del Pui respiró profundamente y abrió los dedos, dejando caer la lenteja.
El tiempo se detuvo.
La lenteja caía y caía y los espectadores apenas podían contener su emoción.
Cuando parecía que más de un corazón iba a dejar de latir, la lenteja aterrizó en el centro del vaso de agua, rompiendo el silencio con un sonoro y exitoso "pui".

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