14 de septiembre de 2008

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Reconozco que tenía muchas ganas de ir al cine a ver esta peli pero, después de haberla visto, alquilándola legalmente en el Videoclub del Burrito Blanco, me alegro de no haber pasado por taquilla.
Las conclusiones, después de haber soportado este bodrio, son múltiples y variadas.
A saber:

1. A Steven Spielberg, uno de los grandes cineastas de los últimos 100 años, se le ha ido la olla por completo. Spielberg se ha caracterizado por ser capaz de hacer obras de arte y, a la par, auténticos esperpentos visuales cargados de sensiblería barata. Con la edad, ha dejado de lado el talento y se ha concentrado en ser un pesao. Spielberg se obsesiona con el tema de la familia, haciendo que sus personajes se preocupen de unas familias metidas con calzador en un guión al que le sobra toda esa parte supuestamente entrañable.
Sucedía en Parque Jurásico, una película que hubiera podido convertirse en una leyenda si Spielberg hubiera rodado la escena que todos demandábamos: la del T-Rex zampándose a los putos niños.
En Salvar al Soldado Ryan, toda la parte de la madre que recibe la notificación de la muerte de sus hijos chirría como cuando uno escuchaba a Extremoduro en Los 40 Principales. Y qué decir de la escena inicial, y no me refiero al desembarco de Normandía, sino a la del yayo paseando entre las tumbas. Sólo con recordarlo me sube la bilis a la garganta.
En La Guerra de los Mundos, tostón infumable donde los haya, todo el ataque extraterrestre queda en un segundo plano mientras asistimos a la batalla que emprende Tom Cruise para salvar a sus insoportables críos de la amenaza alienígena. Una vez más, la película hubiera mejorado sensiblemente si Spielberg hubiera hecho que uno de los robots desmenuzara lentamente, en una escena a lo John Woo, a Cruise y sus retoños.
Y el colmo de los colmos se lo lleva Tiburón, obra maestra donde las haya que, a partir de la segunda parte, se centra en la guerra entre la familia protagonista, la del policía que se carga al bicho en la primera, y los tiburones. En la segunda peli, el tiburón amenaza a los dos hijos del poli y, por supuesto, termina con papi acudiendo al rescate y todos felices adobando a la crecida japuta. Spielberg, desde su puesto de productor ejecutivo, daba palmas con las orejas viendo cómo la familia triunfaba sobre el escualo. En la tercera parte, uno de los hijos del poli toma el relevo, enfrentándose en solitario al tiburón y, por supuesto, igual que papá, cargándose al bicho. En la última parte, el bicho en cuestión amenaza al pequeño de la familia y, dado que papá ya ha muerto, tiene que ser mamá la que acuda al rescate, porque el hermano mayor ya había sido devorado por otro tiburón. Lo que tiene cojones es que, siendo una familia que atrae a los tiburones como la mierda a las moscas, no se piren a vivir a Wisconsin que, sinceramente, no tengo ni puta de dónde está pero tiene un aspecto de ser más seco que Albacete.
En el caso que nos ocupa, el de Indiana Jones, el abuelo del sombrero (aka Harrison Ford), se reencuentra con la chica de la primera peli, con la que supuestamente se iba a haber casado y a la que, tras 20 años, echa un huevo de menos. La chica le pregunta al yayo (aka Harrison) que seguro que habrá conocido muchas mujeres y cómo es posible que siga soltero, a lo que el yayo responde que todas tenían un fallo: no eran ella. Después de 20 años pasando del culo de la colega, resulta que está enamorado de ella. Spielberg, chocheas.
Además, la chavala viene con un crío bajo el brazo, el hijo del yayo lo que, estoy seguro, provocó una erección descomunal en el bueno de Steven cuando lo leyó por primera vez. ¡Una familia al completo yéndose de aventuras! Teniendo eso, Spielberg no necesita Viagra.

2. George Lucas y Steven Spielberg, tándem perfecto hace 20 años para crear películas míticas, se han convertido en un producto más de su propio merchandising. Están tan convencidos de que se encuentran en el Olimpo del cine (cosa que es cierta) que se han dedicado a hacerse homenajes estúpidos a lo largo de todo el metraje de la peli. Desde American Graffitti a El diablo sobre ruedas, pasando por Encuentros en la tercera fase o Cocoon. Me pasé buena parte de la peli esperando que el yayo (aka Harrison Ford), surcara la silueta de la luna montado en una bicileta con un puto extraterrestre cuellilargo subido a la cesta delantera de la misma. Sois muy buenos, tíos, eso nadie lo pone en duda, pero, en vez de rodearos de palmeros que os ríen las gracias, más valdría que eligieráis a unos cuántos que, en un momento dado, os pudieran a decir, en voz baja y al oído, "frena, Steven, frena" o "mesura, George, mesura". Pero no, claro, es mucho más fácil tener gente alrededor que te diga lo bien que huele tu mierda. La verdad, y más a estos genios, duele mucho.

3. Es mucho mejor un buen recuerdo que un triste presente. Cuando vi a Harrison Ford, un señor mayor, saltando y brincando como si fuera un adolescente, no pude evitar sentir lástima. ¿No hubiera sido mejor elegir otro actor para seguir estirando el cuento de la gallina de los huevos de oro antes que hundir definitivamente al personaje? ¿No se dieron cuenta que, con esa edad, el mayor problema de Indiana Jones no serían los malos sino la próstata?

4. En todas las anteriores entregas, Indiana Jones manifestaba su odio profundo contra los nazis cosa que, evidentemente, es compartida por el 100% de la raza humana (los que no comparten ese odio no pertenecen a la raza humana). En esta última entrega, el bueno de Indiana se ha convertido en un perseguidor de los comunistas. A falta de nazis, buenos son comunistas. Steven, querido, eso de que los rusos sean los malos está muy pasado ya.

Veredicto del Sobaco
: podría seguir despotricando durante horas contra este absurdo producto cinematográfico pero, la verdad, ya perdí mucho tiempo viéndola como para perder más tiempo hablando de ella. Los alienígenas arqueólogos, las explosiones nucleares, los putos monos que se cuelgan de las lianas en la selva y la historia de amor entre Indiana y al chica se comentan por sí solos. Lo peor de todo es que Spielberg y Lucas no tenían necesidad de hacer esta mierda y, si la han hecho, ha sido por el cochino parné.

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