1 de junio de 2008

Poder absoluto

Poder absoluto es una película de ésas que uno recordaba mejores de lo que en realidad son.
Maticemos, porque ese "en realidad", en el mundo del cine es muy relativa.
Lo que hoy apasiona, mañana aburre.
No es el caso de Poder absoluto, ni por un lado ni por el otro. Ni apasionó en su momento, ni aburrió en este que nos ocupa.

Creo, de todos modos, que es la única película en la que William Goldman participa como guionista, que no me ha convencido. Porque, curiosamente, el resto de las pelis que he visto de este hombre (Dos hombres y un destino, La Princesa Prometida, Maverick, por ejemplo), siempre me han, como mínimo, hecho dar palmas con las orejas.
Es un tipo divertido, del que también he leído algún libro en el que cuenta sus batallitas dentro del mundo del cine (Aventuras de un guionista en Hollywood y su continuación, Nuevas aventuras de un guionista en Hollywood) pero, en este caso, no firma su mejor obra.
En su descargo hay que decir que es un proyecto en el que se embarcó cuando ya estaba empezado, es decir, que él sólo hizo los remates finales.
Quien lo destrozó o quien lo salvó del desastre absoluto, según se mire.
La peli trata de un ladrón (Clint Eastwood) que, involuntariamente, presencia un asesinato en el que está implicado el presidente de los EEUU, ni más ni menos.
Los unos que lo tratan de encubrir y el otro que intenta sacar a la luz la verdad.
En definitiva, nada nuevo bajo el sol.
Veredicto del Sobaco: ligeramente aburridilla, las cosas como son. Está tan vista esta historia que, por mucho Clint Eatswood y Gene Hackman que uno le eche, el resultado es más que previsible.

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