28 de junio de 2008

Evolutivamente involucionado

Un día quise dejar de arrastrar mi cuerpo de oruga por el suelo. Quise ser mariposa que surca el cielo pero me atasqué durante años en la fase de capullo.
La revolución francesa contra la monarquía de mi carácter fue un fracaso absoluto. En vez de usar la guillotina para hacerle la raya en el cuello al Rey Sol, fue mi Robespierre el que cortó la cinta inaugural de la cuchilla y, claro, sin ideólogo ni hay revolución ni .

Después del fracaso en esta revolución, comprendí que me faltaban narices y me sobraba, como mínimo, una erre, de tal modo que, pasado el susto, me dediqué a la evolución.
Intenté bajar de los árboles pero no conseguí ni subirme a las ramas más bajas.
Quise salir del agua y vivir en la tierra pero me olvidé mi flotador de patito.
Pretendí desarrollar mi oído hasta el punto de no tener que volver a escuchar jamás pero acabé sordo de tanto escuchar cosas que no tendría que haber oído.

Aprendí demasiadas cosas que no me sirvieron nunca de nada y, en cambio, no presté atención cuando llegaron las lecciones importantes de la vida.
Cuando regresé a la vida real terminé en un gallinero rodeado de cacatúas y, curiosamente, encontré la felicidad en una lonja de secano.

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