Me llamo y siempre comunico.
Cuando llueve, me mojo pero no encojo.
Si intento bailar más de dos canciones seguidas de King Africa pasadas las 12 de la noche, me salen unas horribles bolas peludas de la espalda que se convierten en versiones malvadas de mí mismo y terminan destrozando la ciudad a modo de gremlins made in Taiwan.
Procuro lavarme a menos de 40 grados y a más de 35.
No sé mi composición porque corté mi etiqueta nada más comprarme: se me clavaba en el michelín izquierdo, pero creo que tengo bastante polyester.
A la parrilla no sólo tengo más sabor sino que, además, engordo menos.
Intenté alcanzar la luna una vez, cuando aún creía en los sueños. Desperté con un cuerno clavado en el dedo gordo de la mano derecha y nunca más he vuelto a dormir en un cercado con más de 15 vacas y 2 escaleras.
Formo parte de la dieta mediterránea desde que descubrieron que mis besos contienen Omega-3.
Llevo más de media hora contando con números romanos los pelos que cubren mi cuerpo y, al llegar a MCMLXXVII me atacaron los hunos por el norte y me hicieron dos entradas cerca de la coronilla.
Una noche me desperté pensando que no tenía motivos para reír, fui al cuarto de baño a decírmelo a la cara y el reflejo se descojonó de mí.
A esta hora del día, 2+2 siguen sumando más de 3 pero no por mucho tiempo así que, aprovechad la oferta.
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