2 de diciembre de 2007

Sobre los actores

¿La versatilidad hace mejor a un actor? Yo creo que no. Lo hace más completo, pero no mejor. Lo que hace mejor a un actor es la credibilidad. Da igual que interprete a un mafioso siciliano o un campesino lapón. Te lo crees. Eso es lo que diferencia a un buen actor de uno malo. Al mal actor no te lo crees ni cuando hace de sí mismo.
Si nos fijamos en los grandes actores, no todos estaban tocados con el don de la versatilidad. Ahí tenemos, por ejemplo, a John Wayne, lo más antiestético que se ha subido a un caballo en la vida (incluyendo los desfiles de Rociíto en las peregrinaciones tercermundistas rocieras) y, sin embargo, cuando uno piensa en un cowboy, la imagen de John acude a nuestra mente.
John Wayne siempre hacía de John Wayne, pero era el mejor.
Lo mismo le pasaba a Humphrey Bogart. Nadie ha hecho mejor de Humphrey que el propio Humphrey.
Otros, en cambio, resultan creíbles hagan lo que hagan, como Michael Caine, Robert DeNiro, Sean Connery o, mirando el terruño, Pepe Sacristán, Fernán-Gómez, Agustín González, Manuel Aleixandre o José Luis López-Vázquez.
En el otro extremo se sitúan esos personajillos (me niego a llamarlos actores) que, hagan lo que hagan, no te los crees ni estando hasta arriba de jumilla: Jorge Sanz, Juanjo Puigcorbé, José Coronado, Richard Gere, Eduardo Noriega... la lista es interminable.
Como se puede apreciar, para trabajar en el mundo del cine, el talento es opcional (sic).

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