Cuando mi chica y yo aún nos estábamos conociendo, fuimos a ver la obra. Pobrecita, espero que algún día me lo pueda perdonar. Chistes burdos con personajes estereotipados, con estereotipos antediluvianos. Pensaba que ya habíamos superado lo del personaje de la mariquita gritona. Pero no, parece ser que sigue haciendo gracia.
Afortunadamente, llegamos al descanso de la tortura. Nos miramos y decidimos que lo mejor para ambos y, sobre todo para nuestra salud mental, iba a ser largarnos de allí. Y eso hicimos.
Supongo que fuimos los únicos que lo hicimos. El resto de la gente, que se reía con la obra, se quedó allí.
Menos mal que fui con una persona igual de rara (o de normal, que nunca se sabe) que yo. Y nos pudimos levantar.
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